Entrevista con Mildlife
Desde su formación en 2012, la agrupación compuesta por Tomas Shanahan, Kevin McDowell, Jim Rindfleish y Adam Halliweel ha revolucionado la escena australiana con lo implacable del jazz fusión en su vertiente más cálida. Sintetizadores envolventes, pasajes dance, voces tan etéreas como minimalistas y groove por donde se le mire, han sido constantes en la discografía de Mildlife. De ‘Phase’ (2017), pasamos a ‘Automatic’ (2020) hasta llegar a ‘Chorus’ (2024), lanzado vía Heavenly Recordings en marzo de este año.
A pocos meses de este último material, nos sentamos a platicar con Shanahan sobre el motor conceptual del LP, el control creativo en cada rincón del proyecto y las exploraciones de la banda sobre paisajes de naturaleza musical. Tanteando el camino desde nuestros oídos hasta la presentación del cuarteto en el Festival Hipnosis 2024.
¿Qué tal los ánimos tras el lanzamiento del disco?
TS: Se siente genial por fin haberlo publicado.
‘Chorus’ marca los siete años de existencia del proyecto. Tras todo este tiempo, ¿cómo dirías que ha cambiado su manera de acercarse a la música en colectivo?
TS: Nuestro proceso siempre ha sido intensamente colaborativo. El tiempo que hemos pasado juntos nos ha ayudado a familiarizarnos con estas dinámicas internas, a descifrar los caminos para llegar a algo realmente bueno. Hemos llegado a entender que todos escuchamos música drásticamente distinta y que existe un punto medio e ideal, justo al centro de la intersección, que nos inspira grupalmente. Llegar hasta el final de todos esos factores y darle forma de canción es realmente gratificante.
Creo que su sonido refleja perfectamente la suma ecléctica y humana que describes. Leí en una de sus entrevistas pasadas que, aún con la pluralidad de los últimos años, esta línea musical es menos común en Australia de lo que podría pensarse. ¿Hacia qué geografías apuntan cuando se trata de referencias?
TS: Bueno, el mundo de la música es absurdamente vasto. No siento que haya un lugar en particular del que escuchemos más artistas, es más una cuestión de tiempo. Nos apasionan los sonidos de finales de los 60 hasta principios de los 80, la forma en que aterrizaban sus ideas, el proceso de grabación con las herramientas de la época, etc. Nuestras referencias, más allá de la fijación por lo analógico, vienen del momento sensible y actual que nos comprende. Este abanico musical –de fechas y lugares– es lo que termina dando forma a tus emociones. Luego viene el buscar sonidos que les complementen. Al final es una amalgama cuádruple de todo cuanto hemos sentido y escuchado.
Parecería que el gusto por el equipo vintage reside justo al centro de esa amalgama. ¿En qué aspectos se hace presente al interior de la banda?
TS: Por ejemplo, el bajo que uso principalmente cuando estamos de gira fue construido en 1978. Llegar al mismo tono con uno instrumento más moderno, así valga tres veces más, me costaría mucho más esfuerzo y no quedaría completamente satisfecho. Es una sensación que compartimos los cuatro, así que, cuando llega el momento de grabar y mezclar nuestra música, optamos por técnicas utilizadas en esa época. Gravitar hacia esas texturas es casi natural, se trata de un sonido que respetamos profundamente.
Pensando en el grado de autosuficiencia al que han llevado sus procesos de grabación, producción y diseño, ¿cómo logran mantenerse críticos viviendo cada etapa extramusical desde dentro?
TS: Es genuinamente difícil porque te conviertes en tu propio jefe y cliente. Hacer las cosas para ti puede llevarte a ser sobreexigente y algo voluble. Lo que un día te gusta un día te agrada puede cambiar al siguiente. El reto es mantenerte creando, hacerlo tanto como puedas, sin importar cuánto tardes, el punto es seguir hasta que estés satisfecho. Al mismo tiempo es muy liberador sabernos en control de nuestro sonido, imagen y visión.
Es común que, en dinámicas como las que describes, el perfeccionismo se oponga a cualquier expresión del impulso artístico. ¿Han tenido que lidiar con ello?
TS: Vivimos bajo la filosofía de hacer todo lo que podamos en el momento. Sin importar qué tan lejos hayas quedado de ese ideal de perfección, tienes la certeza de que dormirás tranquila porque pusiste todo tu ser en ello. Ya sea una línea de bajo, la estructura de una canción, la portada de un álbum o cualquiera de las cosas que hacemos, sabemos que no estamos tomando atajos.
Volviendo un poco al lanzamiento, me llama la atención que el corte que da nombre al disco sea el único enteramente instrumental. ¿A qué se debe?
TS: Bueno, el objetivo es el mismo con cada canción: contar una historia. Y algunas de las mejores historias no necesitan palabras para transportarte. No se trata de un capricho, decidimos con base en los ingredientes necesarios para que cada canción tenga un sabor propio y potente. Como esas tortas bañadas en salsa, las de Guadalajara… ¿Cómo se llaman?
¿Tortas ahogadas?
TS: ¡Sí! Deben sentirse tan intensas como las tortas ahogadas.
Ahora que lo traes a la conversación, me encantaría oír un poco más sobre tu experiencia con México.
TS: México tiene un lugar muy cálido en nuestros corazones, tan sólo escuchar tu acento me pone de buen humor. Siempre nos la pasamos genial como banda, la gente es hermosa, la comida es fenomenal. Siempre es difícil saber cómo nos recibirán cuando visitamos algún país por primera vez, en México todos estaban realmente felices de que estuviéramos ahí. Terminamos haciendo un montón de amigos y compartiendo grandes momentos. Para nosotros, ir de gira se trata justo de eso: conocer personas y probar comida.
Será genial volver a verlos por acá en noviembre. Mientras tanto, me gustaría saber más sobre ‘Chorus’. Mencionaban que una de las ideas detrás del LP era crear una especie de ecosistema musical.
TS: A menudo pensamos la música de maneras no necesariamente auditivas. Nos agrada experimentarla como escenas o colores, expresiones no necesariamente vinculadas a la escucha. Nos obliga a pensar lateralmente sobre nuestras decisiones musicales. Este álbum destaca reconoce cada corte como un organismo, el tracklist es el espacio donde coexisten. Tienes estos pequeños arreglos que sólo ocurren una vez, como si algo se moviera rápidamente y pasara frente a tu ventana.
El otro día hablaba con una amiga sobre la música como gerundio. El sonido existe sólo en el presente, mientras la interpretas, cuando prestas atención, todo en una fracción de segundo. Concebir todo ese movimiento tiene más sentido al tratarse de seres vivos.
TS: Completamente. La vida se nos presenta inherentemente rítmica: la respiración, los latidos sucediéndose uno a otro, la forma en que cambiamos de un estado anímico a otro. Identificar a la música como algo vivo es casi inmediato, por eso conectamos con ella, empatizamos. De eso se trata todo esto, sentir en compañía de los demás y de ti mismo.
Pensar en la voluntad de alguna idea parece natural cuando se le reconoce con vida. ¿Crees tener alguna intuición sobre el carácter de la música como organismo?
TS: Hay tanta música distinta que determinar una sola voluntad sería asumir demasiado. Pienso en ella como pequeños espejos que existen, en esta y otras dimensiones, dando nuevas perspectivas a quienes se ven en ellos. Cada haz, de la serie constante e infinita de reflexiones que alcanzan nuestros oídos, es una voluntad.
Es un pensamiento hermoso, hombre. Sobre esta multitud de voluntades y los lugares hacia donde se proyectan, ¿qué le depara a Mildlife?
TS: La razón por la que hacemos música es para conmover, a nosotros y a quienes nos escuchen. En ese sentido, conectar con 200,000 personas sería mejor que hacerlo con 2,000. Nos agradaría movernos hacia allá, viajar juntos, conocer juntos y tocar mucha música. Eso es lo que queremos hacer.
Ha sido genial poder conversar contigo Tomas. ¿Algo más que te gustaría añadir para nuestros lectores?
TS: Sólo quiero agradecer a todas las personas que nos siguen desde México y nos apoyan estando tan lejos de nosotros. Gracias a ustedes podremos ir más frecuentemente, a pasar el rato, comer juntos y beber cerveza. ¡Nos vemos en Hipnosis!