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Entrevista con Everything Everything

Los límites del arte son los bordes de la humanidad.

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El debut de Jonathan Higgs, Jeremy Pritchard, Michael Spearman y Alexander Robertshaw, a inicios de la década pasada, significaría una revolución al interior de la cosmología del art pop contemporáneo; fraseos arriesgados, guiños de prog sound y una incontenible energía latente serían los recursos del cuarteto de Manchester, Inglaterra, para mantener un nivel de impulso constante desde el lanzamiento de ‘Man Alive’ (2010) vía Geffen Records.

A partir de ahí, y bajo el cobijo de una creciente base de fans aunado al clamor de la crítica especializada, Everything Everything llevaría cada material siempre un paso más allá del anterior. Apostando por la disrupción, análoga o digital, alcanzando listas de popularidad, presentaciones internacionales, nominaciones y un —más que merecido— estatus de culto para el nicho de la complejidad dance.

A casi seis meses del lanzamiento de su sexto álbum y adelantándonos a su primera presentación sobre escenarios nacionales (como parte del Festival Corona Capital 2022), nos dimos a la tarea de conversar con el frontman, vocalista y multinstrumentista Jonathan Higgs. Compartiendo ideas alrededor de su transgresor proceso creativo, los bemoles del transhumanismo, los roces éticos del arte digital, el sentir previo al festival y un pequeño destello de lo que depara la vanguardia de la sónica para la agrupación.

Tras la tropezada publicación de ‘Re-Animator’ (2020) debido a la emergencia sanitaria, decidieron secarse las lágrimas y empezar a componer su más reciente material; ‘Raw Data Feel’. Apostando por sonidos aún más sintéticos, ligeros y efervescentes ¿qué tal el recuento de daños tras el lanzamiento?

JH: ¡Genial! disfrutamos mucho el proceso de este álbum; nosotros lo escribimos, nosotros lo producimos, todo resultó en un ambiente realmente fluido y positivo. Ha sido una de las experiencias más disfrutables y sencillas que hemos tenido en torno a un LP.

Creo que uno de los aspectos más llamativos, dentro de la lírica del material, es la incorporación de frases generadas por una red neuronal entrenada con textos como el poema épico ‘Beowulf’, más de 400,000 comentarios de 4Chan y proverbios escritos por Confucio. ¿Cómo fue la incorporación de todos estos recursos al flujo de trabajo creativo?

JH: Fue divertido, bastante natural de hecho. No planeaba llevarlo tan lejos, solo quería divertirme un poco con el alcance de la IA y, conforme iba obteniendo líneas cada vez mejores, pensé que sería interesante incluirlas dentro de las canciones. Ni siquiera le dije a la banda lo que estaba haciendo [ríe]. Eventualmente terminé con versos que yo no había escrito, que nadie había escrito; creció desde ahí. Usamos inteligencias para hacer imágenes geniales e intervenir algunos de los videoclips, el material se convirtió gradualmente en el álbum IA. Hicimos tanto como pudimos siguiendo esta línea, excepto lo musical, claro, habría sido demasiado.


No sé qué tan familiarizado estés con los preceptos del Transhumanismo, pero sentándonos a diseccionar su trayectoria, pareciera que siempre ha sido parte de ustedes; entre la hiperlucidez de nuestros tiempos y la unicidad del sonido que han logrado condensar. Avance irrefrenable, el uso de tecnología como obligación moral, autocrítica constante, al filo del estado del arte…

JH: Leí un gran libro al respecto hace algunos años, The Singularity Is Near de Raymond Kurzweil, la biblia del Transhumanismo. Estuve genuinamente interesado en el tema por un muy buen rato, luego comencé a darme cuenta de que las cosas no estaban avanzando tan rápidamente como dijeron que lo harían [ríe]. Me molesté un poco y eventualmente lo dejé. Pero sí, creo que todo esto se trató de volver hacia esas ideas, al menos para mí.

Quizá aún no hayamos alcanzado la singularidad o la capacidad de digitalizar nuestra consciencia, pero, vamos, estamos generando arte con un número finito de líneas de código. Las imágenes de sus sencillos, los videoclips, las líneas en sus canciones ¿no creen ser un vivo ejemplo de esta filosofía?

JH: De alguna manera, sí, pero todos lo somos. Mi celular extiende aquello que soy y lo vuelve tecnología, es parte de mí, de mi cerebro, lo utilizó para recordar cosas importantes, para iluminar mi camino. Todo el avance a nuestro alrededor se integra progresivamente en cada una de las pequeñas partes que conforman nuestras vidas; puedes poner a un país de rodillas apagando el wi-fi, cortando la electricidad, somos absolutamente dependientes. Es una locura pensar en lo imposible que sería subsistir sin toda esta infraestructura.

Paralelamente, y aún más con esta clase de roces entre lo tecnológico y el purismo artístico, surgen grandes dudas en torno a qué tan válido es todo esto ¿Los versos arrojados por una IA que alimentaste de referencias son realmente tuyos? ¿Tiene sentido hablar de justicia creativa o desmérito? ¿Cómo lidias con todo ello?

JH: Creo que preguntas como esa suenan mucho más últimamente, especialmente con el alcance de las IAs que se nos plantea tan frontalmente; están ahí, sin ningún otro lugar a dónde ir, haciendo todo tan bien como nosotros. Soy de la idea de que todo nuevo arte surge de la recombinación de aquello que has experimentado antes. Podemos hablar entonces de conceptos como el de habilidad, pero una computadora puede tenerla instantáneamente, entonces ¿qué es ser hábil? Una gota de lluvia cayendo justo al centro de un charco puede ser tan hermosa como alguien pasando diez años tratando de pintar ‘La Gioconda’ o lo que sea. El trino de un ave en alguna canción puede valer más que las posibles sesenta canciones de boda que pueda escribir Ed Sheeran. Es difícil medir el valor de cualquier expresión artística.

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Portada: ‘Raw Data Feel’ de Everything Everything

Cuando lo pones así… [ríe]

JH: ¡Lo es! y bueno, el ave no recibe regalías [ríe]. No le tomo real importancia [a esa clase de dudas] mientras rompa con los esquemas; todo lo disruptivo es, usualmente, considerablemente bueno.

Tuve la oportunidad de ver otra de tus entrevistas donde hablabas justo de esto; la balanza del producto artístico y los recursos tecnológicos, pero en ningún momento usas la palabra "valor" para describirle, hablas en términos de significado.

J: Sí, yo le imprimo significado al absurdo que brota de las IAs que utilizo, uniendo todo en una canción y entregándotela a ti, a miles de personas más, quienes, a su vez, le llenan de significado. Es la forma en que funciona la totalidad del arte; el artista no tiene control sobre el significado último, viene del escucha, de la persona experimentando la obra. Es exactamente lo mismo con esta parte del desarrollo científico, muéstrame algo hermoso que haya hecho un algoritmo y puede que no me provoque ninguna emoción, que no perciba ningún significado inherente, o quizá sí. No hay reglas sobre todo lo que podemos sentir.

Hace no mucho hablaba con un amigo sobre el gran problema del arte contemporáneo, donde no debes leer el paper de setenta cuartillas para comprender, sino sentir, la pieza frente a ti. Él habló sobre qué es arte para artistas, en el sentido que, el espectador se ve forzado a completar la obra durante la interpretación, se convierte en artista al percibirle.

JH: Creo que sucede en mayor o menor medida con toda clase de arte. Me gusta pensar que no estamos alienando personas [ríe] pero sí, quizá tenemos algo de ello. Definitivamente he sentido esa frustración respecto al arte contemporáneo al ir a una galería y pensar algo como, quizá esto es genuinamente bueno, aquí, colgado en la pared justo enfrente de mí, pero no me interesa ni un poco aprender su discurso, no me atraviesa, no me dice nada. Es distinto cuando, digamos, ves danzas tradicionales japonesas, esas con las grandes caras blancas. Es como “¿Qué mierda es todo esto?”, luego alguien podría explicártelo y, quizá, empieces a disfrutar de la experiencia. Pero nuestra cultura es mucho más fugaz, nos orilla a buscar gratificación inmediata, acorta nuestra capacidad de atención, nos hace necesitar un nivel de estimulación realmente alto. Creo que, en consecuencia, ese es el tipo de arte que quiero crear.

Es por ello que la música de Everything Everything, aún con la complejidad atravesada entre el canon coro/verso/coro, se mantiene dentro de lo pop ¿cierto?

JH: ¡Exacto! Pienso que el pop es la mejor música, la más difícil. Ser una banda “brillante”, de las que tocan todos los acordes correctos, que se mueven entre toda clase de ritmos, que cumplen con toda esa basura, es realmente sencillo. Para ser considerados, si eliges ese camino, es fácil decir algo como “Hagamos cosas absurdamente complejas, si no lo entiendes es porque no sabes nada de música” o lo que sea. Por otro lado, es genuinamente difícil componer una buena canción de pop, que una buena cantidad de personas disfruten. Para mantenerte a ti mismo interesado añades esos pequeños detalles, escondes cosas entre las estructuras, juegas con todas estas sutilezas que terminan elevando la canción sin entorpecerla; esa es la verdadera meta, es lo que siempre hemos tratado de hacer, canciones en las que todo el mundo coincida en que son geniales, sin ser predecibles o cansadas.


¿Han considerado la posibilidad de voltear hacia estas estructuras objetivamente complicadas; canciones de veinte minutos, polirritmia, atonalidades, etc..?

JH: Probablemente escribimos veinte de esas durante el proceso de cada álbum, solo que no las grabamos porque, bueno, las encontramos sonando demasiado a Radiohead o a esta banda o a esta otra. Ellos no son capaces de hacer un hit de tres minutos y medio, pero nosotros podemos; queremos el camino difícil. Honestamente, podríamos escribir veinte discos de piezas largas, complicadas, repletas de teoría musical, pero no es lo que nos mueve, no queremos convertirnos en alguna suerte de The Mars Volta o lo que sea [ríe].

Volviendo un poco a lo del Transhumanismo, la corriente plantea al menos tres estados en torno a lo humano. El estado base, la transición y ese más allá de posibilidades infinitas, abiertas de par en par con ayuda de ovejas eléctricas; lo posthumano. Si extendemos la analogía, podemos entender su debut, lleno de riffs e instrumentación orgánica como su humanidad; sus discos siguientes, desde ‘Arc’ (2013) hasta ‘Raw Data Feel’ como el periodo de cambio, lo transhumano. ¿Qué sería entonces la posthumanidad de Everything Everything? ¿Cuál es el siguiente paso?

JH: Buena pregunta. Es muy probable que nuestro siguiente álbum no sea demasiado tecnológico, mayormente porque exploramos exhaustivamente esa línea a lo largo de ‘Raw Data Feel’. Pero no lo sé, no hemos decidido nada aún. Me gustaría mantener el mismo nivel de energía al que hemos llegado, sin desacelerar, sin volver a sentirnos tristes. Quiero continuar la fiesta a la que están todos invitados, pero no lo sé, no sabemos nada todavía. Pienso en todas las cosas salvajes que vivimos durante el año, eso es lo que vendrá en el siguiente álbum.

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Su presentación en el Festival Corona Capital está a punto de sumarse a esa colección de experiencias

JH: ¡Sí! estamos muy emocionados por llegar a México, será de lo más destacado dentro de nuestro viaje.

¿Alguna expectativa?

JH: Espero que haga calor, no sé exactamente porqué, dado que es noviembre [ríe], pero sí. También he escuchado que la Coca-Cola es increíble. Pero en general, quiero conocer la ciudad, sentir la atmósfera y sus contrastes. Será genial.

Realmente espero que la ciudad (y la Coca-Cola) esté a su altura. Ha sido genial poder conversar contigo Jonathan ¿algo más que quieras agregar para los lectores de Vibras?

JH: ¡Vengan a vernos, vayan al festival!


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