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Entrevista con Duplat

El tesoro de los recuerdos y los desafíos artísticos en ‘Mosaico Pirata’

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Daniel Duplat, mejor conocido como Duplat, lanzó su quinto álbum de estudio, ‘Mosaico Pirata’, un homenaje a los recuerdos a través de la música. En una colección de quince canciones que navegan en los mejores momentos de la música en español, es una cápsula de tiempo llena de ritmo e innovación sonora. Cada momento es un instante inmortalizado en cómo nuestras memorias se transforman con el tiempo y la importancia de traer al pasado hacia el presente, con el fin de mantenernos vivos.

Este disco se mueve entre los ritmos pop de los ochenta, el rock en español, la balada romántica clásica y la música tradicional colombiana, siempre cuidando los detalles que te harán viajar a través del tiempo. Con colaboraciones con Manuel Medrano, Juan Pablo Vega, Lika Nova, Santiago Cruz e Irepelusa, esta es la muestra del retrofuturo creado por Duplat. Para conocer más de ‘Mosaico Pirata’, hablamos con Daniel del concepto, de los arreglos musicales y la esencia del pianista.


Me gustó mucho este álbum, te conocí por Margarita Siempre Viva, entonces estoy emocionada de poder conocer más de este proyecto. Para comenzar, me gustaría que me platicaras sobre la motivación para nombrarlo ‘Mosaico Pirata’.

D: Súper. Todo viene de esta idea de rememorar estos recopilados que uno escuchaba, específicamente de niño. Yo tenía unos CDs que me hacía mi papá que se llamaban así, ‘Mosaico Pirata Vol. 1’, ‘2’, ‘3’, ‘4’... Eran seis volúmenes, tenían discos con canciones de pop, de rock en español clásicas, que yo escuchaba en la casa. Tengo el absoluto recuerdo de los paseos en carro poniendo los discos, tengo esa imagen muy clara. Por muchas razones, yo quería evocar primero a esta época adulta. Yo tengo 25 años y creo que es el peor momento para estar vivo [ríe], porque la vida se pone muy burocrática y muy compleja, un poquito gris. Me parece que el vehículo artístico era eso, hablar del antes, la imagen de que ya no soy un niño, de extrañar esa época y, para mí, la manera de hacerlo era la sonoridad de antes. Entonces encontré esos discos en mi casa, los escuché y pensé: “Yo quiero hacer algo así, quiero un disco que suene a esto”. Quiero que escuchen mis canciones y les genere esa nostalgia inexplicable. Un sentimiento que surge al recordar el pasado a través de la música. No tanto a través de las letras, sino a través de la música. Además, tenía muchas ideas que no sabía cómo considerar en un disco, quería hacer un poquito de todo, que hubiera muchos ritmos, muchos invitados, quería de todo. Sentí que el compilado era la excusa perfecta para combinar muchas colaboraciones, sonidos más funky, más disco, canciones más rockeras, más baladas, algo más cantautor… Contiene balada, disco, rock, pop, funk, que toca dentro de la lada que es el pop, entonces eso fue ‘Mosaico Pirata’. Estoy completamente orgulloso del resultado musical.



Justamente tenía una pregunta que me respondiste sobre esto, este álbum es muy reflexivo contigo mismo, un poco como autoconocimiento a través de la música. ¿Cómo transformas la experiencia de introspección hacia una exploración musical?

D: Yo creo que algo muy bonito de la música es que siempre tiene dos facetas; tú tienes la superficie, que es la letra, lo que está diciendo, el tema de la canción y lo que evidentemente te está diciendo la música. Pero también la música tiene este lado más subliminal, que es la melodía como tal, la parte instrumental, el sonido, la sonoridad, la mezcla, qué instrumentos utilizaron. Todo el mundo, por más que nos demos cuenta o no, escucha la música de ambas maneras. Tal vez la escucha inmediata de: “Ah, la letra dice esto y me gustó el tema”, pero también es la escucha subliminal de: “Ush, yo no sé qué del sonido me recordó esto”. Entonces, yo no quería hacer canciones en la letra, tan a la vieja escuela, yo quise mantener mis temáticas de siempre, que una mujer me rompió el corazón, que la vida está muy rara últimamente… Quería hablar de esas cosas, de mi cotidianidad, pero sí me esforcé mucho en que la sonoridad fuera de antes, para que tú tuvieras una especie de déjà vu, de decir: “Uy, esto me suena a algo” y que conecte de una vez con esa nostalgia del pasado. Lo bello es que funcione así, de manera subliminal. Me esforcé mucho en lograr esa sonoridad clásica, de grabar bien, como tocaba grabar, estar en el estudio, conseguir músicos en vivo, que la consola ochentera de no sé cuántos canales o que el estudio de madera súper viejito… Todo eso te recuerda el sonido y produce algo en tu imaginario que sí se siente. Tampoco quería que sonara viejo el disco, pero busqué esa dualidad muy retro, hablando de lo que yo quisiera. Creo que el álbum tiene la cualidad de sonar retro, pero moderno.


Lo noté, sobre todo, con el juego de sintetizadores. Creo que eso es lo que te trae de vuelta.

D: Sí, justo. Ahora que lo mencionas, con Margarita Siempre Viva, esa canción no estaba originalmente en el álbum, cayó como en la misma temporada. Hace mucho tiempo nos conocemos y veníamos hablando de: “qué bonito hacer música para evocar el pasado”, especialmente el italo-disco, es algo que nos gustaba a los dos, como Pino D'Angiò. Buscamos, claro con el toque post-punk que traen ellos, hacer una cosa medio funky, medio italo-disco, medio punk, medio rockera, que fue “Mi Maldición”. Es la canción que tenemos juntos, pero corresponde a la misma idea de ‘Mosaico Pirata’. Yo soy pianista y lo bonito de la música nueva es que hay muchas muchas teclas, no solo es el piano, hay teclados Rhodes, hay Clavinet, hay Wurlitzer, sintetizadores de todo tipo y cada uno de ellos es un mundo, yo quería meterle mucho esta cosa de los sintetizadores, de teclados… Si usted oye las canciones, casi todas tienen un solo de algún instrumento, sintetizadores, muy tipo Michael Jackson, no es el sintetizador de una canción moderna, que es súper ambiental, súper masivo, sino que tú te das cuenta que es un man tocando un teclado de sonido análogo, que son los Juno de Roland, de los Moog. Yo conseguí los sintetizadores que son. Se trataba de esa dualidad completamente.


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Portada: ‘Mosaico Pirata’ de Duplat

Justo hablando de la nostalgia, cuando escuché la canción que nombra al álbum, me gusta que al final empiezas a enlistar a los artistas. Me gusta que los nombras y que lo puedes vincular a lo que es el pop clásico en español. ¿Cómo fue para ti tomar estas referencias para luego aterrizarlo a tu estilo?

D: Eso fue algo muy bonito, porque esa canción la escribimos con Juan Pablo Vega, que es quien canta conmigo y con él hemos venido diciendo mucho que hay que tener un poquito más de coraje con las letras. A mí personalmente nunca me ha gustado la filosofía de cómo escribir letras, que es una especie de poema, no es poesía del todo, pero la música en español siempre trata de sonar poética. Yo le dije a Juan Pablo que quería algo más coloquial, más como uno habla, siempre he querido tener una cosa de gracia y trato siempre, esto suena muy mal en mexicano de: “mamar gallo”, que significa tomar del pelo. Quería que hubiera más mamagallismo en mi música, que no se tomaran tan enserio las canciones a sí mismas, por eso tomamos la decisión de enlistar a un montón de artistas. Suena medio ridículo, pero nos fuimos con esa idea, me parece la parte más especial de la canción y, tal vez, del disco. Tú la escuchas y dices: “¿en qué momento? ¿Qué está pasando?”. Fue muy fácil incluir los estilos de esta gente porque creo que está instalado en uno, uno crece con una música, uno crece en un contexto cultural que te marca y que se vuelve tu lenguaje. Por más que yo quiera o no, mi manera de hacer música ya la aprendí de eso, cuando yo me senté y empecé a hacer música mis referencias eran esas. A mí me gusta mucho escuchar ese tipo de música, no escucho tanta música nueva y la música nueva que me gusta tiene también esa filosofía de evocar lo de antes. Se me ocurre Bandalos Chinos, que es otra banda súper inspirada en lo retro. Tiene mucho que ver con los arreglos, si tú vives en una laptop con baterías electrónicas, te va a sonar, pero apenas te sientes con una banda y le pongas guitarra o violines, instantáneamente empieza a sonarte clásico. Fue fácil porque ya estaba en el ADN del músico latinoamericano.

 

Lo explicas perfecto, porque incluso cada uno de los invitados que están dentro del álbum le puso su estilo a la canción en la que participan. Cuando escuché “Fresa” con Manuel Medrano, pensé que es inconfundible reconocer con quién estás colaborando, lo mismo con Juan Pablo Vega.

D: Afortunadamente todo fue muy fácil, porque todos son amigos. Tengo la fortuna de tener amigos muy talentosos, más bien. Medrano, por ejemplo, es alguien que conocí aquí, simplemente, por Bogotá, la música nos reunió. Compartíamos muchas filosofías de cómo se tiene que hacer la música, por ahí conectamos muy fácil y estuve con él en el Auditorio Nacional. Es una locura porque, curiosamente, vemos la música muy igual, aunque no parezca. Él es mucho más romántico, pero es esta cosa de: “quiero hacer arreglos, quiero llevar violines, quiero llevar buenos músicos”, él piensa así. Todos eran amigos que he conocido haciendo música, como quería evocar la sensación de compilado, pensé: “mientras más invitados haya, mejor”, va a sonarte más a un remix, a un popurrí, a un mash up. Llamé a los que yo consideré que eran ideales, Santiago Cruz es un cantautor icónico en Colombia, creo que en México no es tan conocido como lo es acá, pero él hizo mucho ruido aquí y es un clásico. Fue muy agradable trabajar con ellos, porque son amigos, no fue esta cosa de disquera, medio forzada, obligada, que te toca por la relación política no sé qué, fue: “oiga, tenga esta canción, ¿le gusta? ¿Le suena?”, “oiga, escribamos algo para mi disco, hágale”, fue muy fluido.



Le dio un gran balance al disco, hay una canción en especial de la que quería hablar, porque sentía la esencia de Fito Páez, que es “Palermo”. Quería hablar de ella porque es una gran balada, además de que toma importancia por lo que me decías, eres pianista.

D: Esa canción es muy especial porque fue la única canción que no quería poner en el disco porque se sacá la onda. Fue lo primero que pensé: “saca de onda, ya hay mucha fiesta”, pero yo la estaba tocando en un sitio en Bogotá y tocándola conocí a este ingeniero, Uriel [Dorfman], que es quien grabó el disco. Es argentino, él grabó ‘Fuerza Natural’ de Cerati, grabó cosas de Soda Stereo, una leyenda ese man, pero esa canción fue la que lo conquistó, me dijo: “hay que hacer algo, trabajemos”. Con esa canción quedó clavado, tal vez él oyó esa cosa argentina, al final me dijo “si tú no pones esa canción, yo no trabajo en tu disco”, un poquito que me convenció de incluirla. Toda esta cosa con Fito Paéz me parece curiosa, porque ha sido un comentario que me hacen mucho y lo tomo como un halago, por supuesto, pero yo siento que eso emerge muy naturalmente porque, si tú te pones a mirar, hay muy pocos cantantes que sean pianistas en Latinoamérica. Es muy poquito, yo no sé por qué, siempre me pregunto eso. Hay muchos pianistas y teclistas, pero la mayoría no son frontman, no son solistas,  es raro. Tengo el ejemplo latinoamericano de Fito Paéz, de Charly García y, tal vez, de Franco de Vita, que es otro estilo, creo que uno no lo asocia con el súper piano man, pero no hay más, yo pienso y no hay más, hay un par en España, pero no es como la música anglo en donde abundan los pianistas. Automáticamente uno ve a alguien tocando el piano y cantando, y dicen: Fito Páez, porque creo que en esta generación no ha habido solistas que se lancen a buscar esa estética del piano y la voz. Yo también vengo del conservatorio, entonces siento que la tradición clásica, más la voz en español, automáticamente te evoca la sonoridad argentina, porque Charly y Fito tienen un perfil similar, su pasado clásico, el conservatorio, no son la voz más técnica, igual que yo. Yo no tengo voz de concurso de La Voz Kids, tengo mi voz cascada y medio rota. Ha emergido una familiaridad con esos argentinos, de hecho, yo me hago la pregunta de si quiero ahondar más en ello en el futuro, porque creo que hay dos caminos, están esas canciones súper funky, súper bailables, súper movidas, pero también están estas baladas súper profundas… Una de las grandes conclusiones que he tenido con la música fue con Medrano en el Auditorio, él hizo un show que tenía las dos cosas, canciones muy movidas, muy arregladas, pero la gente enloquece cuando canta baladas. Uno creería que el ritmo y que la fiesta va a ser lo mejor del show, pero cuando él se ponía a cantar “Donde Nadie Pueda Ir” la gente enloquece, como si estuviera en un show de Metallica. A veces la gente quiere conexión y profundidad, no necesariamente ritmo y pirotecnia. “Palermo” me demostró que hay que seguir trabajando la balada, esa canción muestra lo que es el pianismo. Quiero que sepan que soy pianista, es lo más esencial de lo que es mi música.


Alguien me dijo alguna vez que no te puedes pasar la vida bailando.

D: Esa frase está muy hijoeputa, muy chimba, muy padre.


Es el equilibrio que te decía, traes toda la fiesta, pero también hay un momento para retroceder.

D: Tengo muchas canciones de esa onda, solo que no sé, a mí me aburre un show de pura balada, creo que uno tiene que balancear. Si tú tienes canciones así bailables y después te vas a la balada, eso se vuelve el momento del show. Me pones a pensar, porque justo estoy trabajando música nueva. Estoy en ese dilema de exactamente qué quiero hacer, tengo canciones súper funky y otras súper íntimas y sentimentales, siento que hay que hacer un poco de ambas. Me parece que esa es la jugada.


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Claro, que tenga una buena dosis de los dos. Para terminar, este es tu quinto álbum, ¿cuál fue el aprendizaje más grande que te dejó?

D: Me tomé muy en serio el desafío artístico y técnico. Los arreglos, la grabación, la sonoridad, estoy muy contento con esa parte, pero mi conclusión es que eso ya lo sé hacer. Me esforcé tanto en hacer música que suena muy bien, cuando la música se trata de otra cosa. No se trata de arreglos increíbles, eso no importa, lo único que importa son las canciones, el fondo, si la canción es buena y el arreglo es bueno, tú acabas de hacer historia. Si una canción no tiene trascendencia, tampoco hay mucho que hacer. Me enseñó que yo estaba pensando mucho en el arreglo, en la producción, y, tal vez, descuidé la pureza de las canciones, la profundidad del mensaje. A “Palermo” no le pasa eso, es una canción que sí tiene peso artístico, que tiene trascendencia, que se para sola. Entonces, quiero trabajar eso en el futuro, priorizar las canciones y confiar en que el proceso de producción ya va a salir bien, que hay que enfocarse en lo artístico, en tus vivencias para hacer buenas canciones. La parte logística ya está resuelta, que es importante, porque pocos artistas pueden sonar muy bien, pero muchos artistas no tienen que sonar muy bien, porque las canciones lo tienen todo. Ahora imagínate ambas cosas, esa es la meta.


Es una gran forma de cerrar, porque me convertí en fan muy rápido.

D: Me alegra mucho. Yo con México estoy hipnotizado, tuve la oportunidad de ir mucho este año, nunca había ido en mi vida y ahora acabo de volver de mi cuarta visita en seis meses. Yo digo esto siempre, pero no es mentira nunca, creo que la cultura mexicana es realmente diferente en cuanto al consumo musical, es absolutamente distinto. Ustedes están dispuestos a la música nueva, saben oír, les gusta ir a cosas en vivo, les gusta ser fans. Eso no pasa en Colombia, quiero que lo sepas, a la gente le da pena ser fan. En cambio, en México les gusta, les gusta la cultura de botar los simis, les gusta pedirte fotos, aquí en Colombia ese respeto es más difícil de ganar, seguimos siendo un poco jodidos con ese tema. Me llena mucho ir a México porque uno se siente muy apreciado. Para mí es una señal para gastar mis ahorros e irme a México, porque me estoy enamorando mucho, me siento en casa cuando estoy allá.



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